Después de leer el editorial del nº 72 de Solana me puse a
reflexionar sobre mi paso por el colegio y sobre cómo aquella
experiencia condicionó para siempre mi carácter y la forma de ver
las cosas.
Comentaros que me siento -soy miembro del baby boom, un producto
marca de la casa. De clases de 43 alumnos. De profesores
desbordados -cuando no abiertamente ineptos- de un colegio de
padres franciscanos en Vallecas, Madrid, que era fiel heredero del
dicho "la letra con sangre entra" y donde los castigos físicos
estaban a la orden del día.
Yo fui un mal estudiante. La culpa fue esencialmente mía. Lo que
sucede es que los buenos estudiantes también piensan como yo que
aquel colegio era un sitio bastante triste. Y yo entiendo un sitio
triste aquel en que abundan siempre los NOES.
Muchos años después, con el fin de enterrar aquellos fantasmas, me
vi por casualidad con uno de aquellos profesores. Tras las
preguntas banales de rigor -30 años después- llegamos al meollo de
la cuestión. La pregunta fue más o menos... ¿Que recuerdos tienes
del colegio?. Respondí que no me gustaba que se pegara a los niños.
Su respuesta lacónica fue: "Era lo que se estilaba"...
Literal.
He de decir que nunca me dejaron soñar. Nos destrozaban los
sueños. Aquel colegio de franciscanos perdura aun en mi memoria
dejándome por siempre un poso de... ¿oscuridad?.
Si es que tengo que poner algo en el haber de aquel maldito
colegio es que me dio fuerza para ser una persona de fuerte
carácter y determinación. Pues creo que solo con el se podía salir
indemne de allí.
En el debe: el miedo a Dios, a la libertad de pensamiento, el
miedo al sexo, miedo a la cultura, a la luz, miedo a todo aquello
que no era como ellos concebían; el mundo en definitiva. Estoy
convirtiendo estas líneas en un exorcismo. Pero pocas veces hablo
de ello.
Lo que sé es que no quiero que esto le pase a mi hijo. Lo digo
porque, con notables diferencias, -menos mal- noto que la educación
corre de nuevo hacia un punto digamos... Casposo. Por no decir otra
cosa. ¿De verdad es tan difícil hacer de ellas y ellos seres
cultos, excelentemente formados, libres y FELICES?.
Primero, dignifiquemos al profesor. Para que no ocurra como en mi
colegio... Cuando vino la democracia todos los frailes, menos uno,
salieron de la vida religiosa y se casaron. Todos, menos uno
insisto, dejaron de impartir clases.
Parece que simplemente pasaban por allí. La pena es que por el
camino dejaron en muchos de nosotros para siempre un recuerdo...
amargo.
Kike Zarca